lunes, 16 de noviembre de 2009

José I. Graells Editorial 4/10/09

Nuevamente en este espacio, el proyecto de ley de servicios de comunicación audiovisual, nos vuelve a convocar.
Finalmente y luego de varias jornadas de debate en el senado, el Kirchnerismo consiguió que se firmara el dictamen que le posibilitará tratar la iniciativa el viernes próximo.
Todo indicaría que el oficialismo junto a los bloques aliados contarían con los votos suficientes para aprobar la ley.
¿Podemos llegar a imaginar lo que ocurra a partir de ese momento? Probablemente no. O sí.
¿Debemos esperar un comportamiento diferente al hasta ahora promovido por los grupos mediáticos concentrados?
¿De verdad creemos que Clarín va a dejar de lado sus reacciones histéricas? ¿Qué TN va a abandonar su intención de conmover a los televidentes con la absurda idea de su posible desaparición?
¿Qué el diputado Francisco De Narváez, se va a desprender de sus medios por que es incompatible con sus funciones?
¿Qué la iglesia va a dejar de comportarse como un partido político opositor, mientras éste es el gobierno que más la financia?
¿Qué el gobierno va a dejar de mentirnos con los índices de precios, inflación y pobreza?

No. Nada, o casi nada, podemos esperar de todo esto.
Como aspectos positivos se desprenden, la voluntad política de un gobierno democrático que decidió ponerle fin a una de las tantas leyes implementadas por la última dictadura militar.
La participación de toda la ciudadanía en los debates, charlas, conferencias y seminarios. Las intervenciones activas de las Universidades Publicas, sindicatos y Organizaciones no gubernamentales.
El debate en sí mismo. Cualquiera sea la posición, a favor o en contra, lo que se discutió durante este tiempo fue el rol de los medios de comunicación y su interacción con el conjunto de la sociedad.
Volvieron a reaparecer palabras que muchos escribas habían decretado de muerte: Monopolio, concentración, democratización, libertad de empresa.
Los “patrones” mediáticos, desesperados ante el avance de la ley, perdieron la compostura y decidieron mostrarse. Hoy todos conocemos quienes son, cuantas empresas poseen, como construyeron su fortuna, que vínculos políticos los sostienen.

El saldo para algunos parece demoledor. El desprestigio y la falta de credibilidad los envuelve y los salpica casi por completo.
Ahora, el tema es saber cuan manchado o debilitado quedara el gobierno.

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