lunes, 10 de mayo de 2010

Carta abierta a Ernesto Tenembaum

Por Carlos Barragan

Estimado Ernesto: Soy el autor de Somos boludos, la cancioncita que por estos días te indigna y que escribí inspirado sobre todo en vos cuando te escuché (después escuché lo mismo de otros periodistas y políticos, en los casos en que esas categorías vayan separadas) que el Gobierno se había apropiado de los derechos humanos, y que por eso este año no ibas a ir a la marcha del 24 de marzo. Me pareció que utilizar el verbo “apropiar” estaba allí ubicando al Gobierno hacia un delito excepcional: robarse la causa y la razón de los derechos humanos. Sumando así otra iniquidad a las tantas que se le han sumado. En aquel momento sentí que la satisfacción de Madres, Abuelas y ciudadanos por la posibilidad de poder juzgar a represores no debía quedar teñida de esa mugre de la “apropiación”. Así que tomé un concepto sencillo de Sandra Russo: piensan que somos boludos porque al abrazar la búsqueda de justicia lo que hacemos es abrazar a un gobierno infame. Por eso la cancioncita dice “cuando meten preso a un viejo torturador, lo hacen para que a Cristina le vaya mejor”. Bien, en caso de que así fuera, si un cacho de justicia favorece la acción o la imagen de un gobierno, ojalá hubiésemos tenido más gobiernos autoglorificados por la consecución de justicia. Ahora bien, la infamia del Gobierno sería autoadjudicarse con exclusividad la defensa de los DD.HH. Y ahí sí que hay una falta de justicia. Kirchner –que como informás no hizo nada antes por los DD.HH.– se envalentona. ¿Pero por qué se envalentona? Sencillamente porque –y esta es una acusación que le hace Patricia Walsh– lo único que hizo por los DD.HH. fue juntar los diputados suficientes para levantar la mano para poder derogar las leyes que protegían a los represores. ¿Y qué más tenía que hacer? ¿Volver a los ’70 como un Terminéstor para en lugar de hacer plata en el sur ponerse a defender a los perseguidos? Observación: hacer plata en este caso es señal de falta de moral. Kirchner no es un militante de DD.HH., es un político que tomó una decisión política (decisión que no le trae mayores ventajas en las franjas altas ni en la bajas, apenas en las capas medias que seguimos siendo “progres”, ¡ay!). Y como político, cuando hace algo más o menos bien, lo magnifica para capitalizarlo. Por lo tanto, mi cancioncita no acusa a nadie de oponerse a los juicios, acusa a los que como vos nos acusan de boludos que somos comprados en nuestras conciencias boludas, y no somos capaces de ver que cuando apoyamos a la Justicia apoyamos a estos impostores que la hicieron posible. Porque vos y los que nombro, creen que los Kirchner no se merecen apoyo ninguno porque no tienen méritos. Porque ustedes quieren gente virtuosa gobernando, no gente –cualquier gente– que tome decisiones que favorezcan la marcha del país. Es por estas cosas que la cancioncita para vos es Propaganda Oficial, cuando en realidad representa a miles de personas que piensan como yo y no como vos. No pensar como vos, en este punto, es ser un propagandista.Hay una realidad, la izquierda, la de verdad (no la que pudo haber sido la tuya o la mía) se enoja con el kirchnerismo porque siente que les robó su bandera. Y puede ser cierto, la bandera de los DD.HH. Kichner se las robó y la clavó donde debía estar. Zamora se enoja porque él quería otra cosa, mejor, más pura, menos peronista, una cosa imposible pero de verdad virtuosa. Y Zamora se enojó conmigo porque lo puse en la misma lista que Morales Solá. Y es que los dos dijeron lo mismo: apropiación. Por derecha y por izquierda ambos disconformes con esta costumbre de los Kirchner de ser impuros, impuros con la izquierda para lastimar a la derecha.Por lo tanto Ernesto, no miento en mi cancioncita. La escuchaste mal, o mentís vos. Pongámosles nombres a las cosas: yo, que soy Barragán, estuve ahí en 6,7,8 cuando Magdalena le hace una pregunta a Videla. “Sólo eso” decís vos, Ernesto. Y Magdalena no le hace “sólo eso”, le tira un bombón de dulce de leche a Videla, le pregunta a Videla por la forma distorsionada en que se presenta en el exterior nuestra realidad y si tiene planeado viajar por el mundo para aclarar esa mentira. Defendí a esa Magdalena recortada en el tiempo, diciendo que en aquel momento ni a mí (que tenía 13, 14 o 15 años) ni a mis padres, ni a las organizaciones de izquierda, ni a la sociedad en general nos seducía la idea de una democracia. Y creo haber dicho también que en ese momento decir la verdad significaba la muerte. No sé si dije algo más, pero sí sé lo que pienso. Que estamos revisando nuestra historia, que Magdalena no es aquella Magdalena, que concuerdo con vos en eso de su posterior defensa de las víctimas, y pensé también que la postura de Pablo Llonto (que los periodistas tienen una responsabilidad mayor que el ciudadano común y que sin su neutralidad o apoyo la dictadura no hubiera sido posible) me pareció demasiado exigente, pura, y de improbable justicia mirando las cosas desde tan lejos. También pensé y dije que el Tribunal de las Madres me parecía algo pueril, más digno de estudiantes universitarios que de una organización seria, y que Madres tiene los medios para comunicar lo que quieran sin teatralizar una cosa tan católica y de estética inquisidora como un juicio en una plaza. Magdalena es un ejemplo fallido (por eso lo tomás) en esa lógica que creés injusta de “malos ahora-malos antes”. Pero es difícil de negar la trama de periodistas, empresarios, operadores, economistas y demás que mamaron de la teta de la dictadura y se hicieron grandes en una democracia que sólo imputó a los que estaban manchados con sangre y no con tinta de billetes verdes. Magdalena sí sirve como ejemplo en tu visión virtuosista de la política. Sospecho que ella también detesta que sean los impuros Kirchner quienes terminaron clavando la bandera de los DD.HH. con los juicios. Y también percibo como más noble su actitud al leer una carta que pedía por un desaparecido en 1978. Más noble que conseguir un montón de diputados peronistas para que levanten la m ano. Entonces, Ernesto, ¿qué es para vos cuidar la memoria histórica? ¿No mostrar a Magdalena haciéndole una pregunta que efectivamente armonizaba con la abierta propaganda oficial de la dictadura? 6,7,8 no se hace en un ministerio. Se hace en una productora de televisión. Lo piensan productores de televisión, y en el piso cada uno dice lo que quiere según sus convicciones. Las del momento claro, porque somos sujetos de la historia.Yo creo que llevás la marca más comprada en los ’90. Ya no podés no pensar que la política es una actividad repudiable por definición, por ende la defensa de una política sólo puede ser una acción de propaganda. Y cuando decís que “los gobiernos son demasiado poderosos para defenderse solitos”, estás pensando en Menem, no en Illia o en Allende. Pero claro, los K no son virtuosos como ellos, son gente muchas veces injusta, con un pasado que no es inmaculado, y con actitudes intemperantes.Son la gente que tenemos para oponernos a los que quieren una nación más chiquita para negocios más grandes. Y yo no hago propaganda. Escribo canciones en las que canto lo que pienso. ¿Lo pagaré muy caro? Ya lo estoy pagando.Te pregunto ¿no estás pagando muy caro al forzarte a defender la causa de aparentes colegas tuyos que informan y opinan/operan histórica y consecuentemente con intereses empresariales? Creo que sí. Lo estás pagando cuando escribís una columna que podría haber firmado Ricardo Kirschbaum.Con sincera estima, Carlos Barragán.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Haroldo Conti La noche del secuestro

La noche del secuestro

Haroldo Conti fue secuestrado en la madrugada del 5 de mayo de 1976 por una brigada del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército Argentino. Desde entonces continúa desaparecido

(testimonio de Marta Scavac)

Apenas entramos, unos diez hombres estrafalariamente vestidos con vinchas, gorras y ropas raras, se nos vino encima. Inmediatamente me ataron las manos detrás de la espalda y me cubrieron, con ropa, la cara y la cabeza. Escucho que hacen lo mismo con Haroldo; aunque él se resiste, no es fácil reducirlo, es muy fuerte, pero le dicen que se quede quieto por el pibe, se referían al bebito. Escucho luego un ruido de cadenas. Pasados los primeros momentos de sorpresa yo también intento resistirme, pero las dos personas que me sujetaban me arrojaron al piso y comenzaron a patearme y a gritarme que me quede quieta. No sabía de qué se trataba. Pensé que era un asalto porque escuché cómo revisaban toda la casa y rompían objetos, quizá buscando dinero. Les dije que no teníamos dinero, que no era una casa de ricos, pero seguían buscando y rompiendo. El otro muchacho gritaba, les decía "dejen a la señora, cobardes, ella no tiene nada que ver, no le peguen, déjenla" y le respondían con fuertes golpes. También pedía agua, aterrada alcancé a pedirles que le diesen agua, que no le pegasen. Él reclamaba por la Convención de Ginebra. Ahí mi desconcierto era total. No entendía qué decía al mencionar la Convención de Ginebra. No entendía nada de toda esa pesadilla espantosa. Distinguía dos voces entre todas, las del que al parecer dirigía todo, el "malo" del grupo, y otra suave, la del "bueno" que me sacó del comedor y me llevó al escritorio. Se notaba que era una persona con cierto nivel cultural y en todo momento tuvo un trato muy especial conmigo. Lo escuchaba romper papeles. afiches que teníamos en las paredes, me decia: "señora, ¿cómo una mujer de su clase se metió en esto?". Le pedí que me explicara quiénes eran, qué querían. Me respondió que estábamos en guerra: "o nosotros los matamos o ustedes nos matan a nosotros". Le respondí que nosotros no matábamos a nadie, que yo no conocía ninguna guerra en nuestro país. Escucho que sigue rompiendo papeles. Le suplico que no rompa el cuento que Haroldo estaba escribiendo. Después comprobé que dejó la máquina de escribir de Haroldo, junto al borrador del cuento, intacto. Quedó sólo eso sin romper como un símbolo en medio de la casa revuelta, como sacudida por un terremoto. Me preguntó de dónde veníamos. Le respondí que del cine y que en el abrigo estaba el programa. Comenzó a molestarse cuanto me preguntó por qué había viajado a Cuba con Haroldo. Le dije el motivo, que Haroldo había sido jurado de novela de Casa de las Américas. Me reprochó por qué no viajaba a Estados Unidos y le respondí que sí había viajado a ese país, y que podía comprobarlo en el pasaporte. Censuró además mi colaboración con Haroldo en la novela "Mascaró" y le pregunté qué tenía en contra de la novela. Me respondió que era una novela subversiva e insistió en por qué había colaborado en eso. Le expliqué que trabajaba junto a mi marido ayudándolo en su tarea de escritor. Simultáneamente escuchaba cómo el "malo" le hacía preguntas a Haroldo. No podía distinguir bien las preguntas y respuestas, aunque se filtró la voz del "malo" diciendo: "Don Haroldo ¿por qué se metió en esto? Lo va a pagar caro". Me aterroricé al escuchar esto y le pregunté al "bueno" qué estaba pasando, qué pasaba con mi marido, por qué le decían eso. No me responadió. Seguía revisando papeles. Yo escuchaba el ruido de los libros contra el suelo. Interrumpió el "malo" para preguntarme sobre un escrito taquigráfico que había en mi cartera. Yo, por los nervios, no podía recordar de qué se trataba. Como soy taquígrafa, así se lo expliqué, muchas de las notas que hacíamos con Haroldo para la revista las escribía yo. Uno de ellos dice que les estoy tomando el pelo. que voy a hablar cuando me lleven. Era desesperante, mi impotencia era total, no sé si me creyeron, pero yo les decía la verdad. Me preguntaban sobre la vida del muchacho que estaba en la casa. Yo no sabía nada de él, solamente que vivía en Córdoba y que estaba de paso por la Capital, que nos había pedido estar unos días en casa mientras buscaba buenos precios porque trabajaba de decorador y hacía los arreglos de escenografía en teatros de Córdoba. Les expliqué que eran frecuentes las visitas y que yo no tenía tiempo, por el trabajo de la casa y los chicos, de conocer la vida de cada uno. Me decían que era un guerrillero, yo les preguntaba de dónde, yo no conocía su vida íntima y seguían insistiendo en que era un subversivo. que por qué estaba en mi casa. Otra vez trataba de explicarles como podía la presencia de esta persona en casa. que era muy correcto, muy bueno. Comienza a llorar el nene. Les pido que me dejen ir con mi hijo que lloraba de hambre. Haroldo escucha y grita: "dejen que la madre esté con el nene dejen a mi mujer dejen que le dé la mamadera". El "bueno" me pregunta cómo se prepara y cuando termino de darle las indicaciones, dice que me quede tranquila que él va a atender a Ernestito. Uno de los sujetos encuentra unas fotos que Federico Vogelius nos había sacado. a mí y al nene, dos meses atrás en Claromecó. Me dice qué lindo pibe tenía, qué linda que estaba yo en esa foto, qué bien que habíamos salido madre e hijo. Vuelve a preguntarme que cómo era que me había metido en esto. Vuelvo a decirle que yo no estaba metida en nada que nuestra vida era pública, normal que todo era perfectamente legal, que no teníamos que ocultar nada. Se aleja y me doy cuenta de que estoy sola en el escritorio. Seguía escuchando cómo rompían los jarrones de adorno y me doy cuenta que sacan cosas de la casa, que se llevan los muebles. Ahí me confundo de nuevo pensando que podía tratarse de ladrones comunes. Vuelve el bueno y me pregunta qué temperatura debe tener la leche para el nene. yo le explico y le vuelvo a pedir que me deje atender a mi hijo Me dice nuevamente que eso no podía ser, que me quedara tranquila, que él se había hecho cargo. Me quedé con la sensación de que él era padre o estaba por serlo. Estaba desconcertada. Seguían llevándose cosas y no entendía cómo podían actuar tan tranquilamente, siendo que la comisaría 29a. estaba a menos de dos cuadras y el patrullaje por esta zona era frecuente. Lo que para nada era común era una mudanza a estas horas de a noche. Confiaba en que alguien se diera cuenta de la situación y que interviniera. pero no pasó nada. Ya no escucho llorar al bebé. El "bueno" viene a decirme que me quede tranquila que Ernestito había comido. Le pregunto por mi hija, no entendía cómo tanto ruido no la había despertado. Me dice que está bien, que no me preocupe. Vuelve el "malo" y me informa: "nos llevamos a su marido porque tenemos unas cuantas preguntas que hacerle. Yo le respondo que había escuchado toda la noche cómo lo interrogaban y que si querían continuar con las preguntas que lo hicieran en casa. El "malo" pierde el control otra vez y me insulta, me grita, me amenaza. Interviene el "bueno" pidiendo que me deje tranquila. Escucho que hablan entre ellos. No entiendo lo que dicen. Se filtran unas palabras: "no, no tenemos lugar, el coche está completo". Yo seguía a los pies de ellos. tirada. atada y encapuchada. De pronto se acerca nuevamente el "malo" y me dice: "bueno, hemos decidido llevarnos a Haroldo y vos te quedás piola, no intentés escapar porque dejamos un coche en la puerta y en cuanto asomés la cabeza te limpiamos". Les pido nuevamente que no se lo lleven. Fueron inútiles mis ruegos. Cuando comprendí que no podía convencerlos de que lo dejaran, les pedí que se llevasen los remedios que Haroldo tomaba desde que un patrullero lo había atropellado en diciembre del '73. Me preguntan dónde están esos remedios y les digo que en la mesita de luz. No me responden. En un momento de desesperación les grité que quería despedirme de mi marido. Interviene el "bueno" y me dice: "yo la voy a llevar señora" . Sigo sus pasos porque, lógicamente, no veía nada. En el trayecto uno de ellos le dice al que me llevaba: "¿vas a bailar el vals con la señora que está tan elegante?". Yo imagino que estaría muy elegante después de haber estado en manos de ellos. Seguimos caminando hasta que, en un momento, el que me llevaba se detiene y me doy cuenta que estamos en la entrada del dormitorio. Comienzo a llamar a Haroldo. Le pido que se acerque. que no lo puedo ver y escucho su voz que me responde y siento su cuerpo próximo al mío. Me desespero tratando de verlo. de tocarlo pero sigo con las manos atadas y la cabeza encapuchada. Haroldo me responde: "estoy bien querida, no te preocupes por mí, cuidate vos y el nene, yo estoy bien. Siento que Haroldo se acerca y me besa la barbilla, que era la única parte de la cara que tenía descubierta. Ahí me doy cuenta que Haroldo no estaba encapuchado, ya que me besó directamente la parte descubierta. Comienzo a gritar que no me lo lleven, quiero tender mis manos hacia Haroldo pero no puedo desatarme. Siento que bruscamente nos apartan. Todo sucede rápidamente. Me tiran sobre la cama. Uno de ellos cubre mi cuerpo con el suyo y me pone un revólver en la nuca. Siento los gritos del muchacho cuando se lo llevan, siento un ruido de cadenas nuevamente y motores de automóviles que se encienden. El tipo que me estaba custodiando gritaba sin parar "no te muevas, no te muevas, no te muevas". Pero no podía moverme. Apenas podía respirar con mi cara apretada contra el colchón. Escucho que se abre la puerta de calle y una voz llama al sujeto que estaba conmigo. Este sale corriendo y ahora escucho un portazo y que cierran la puerta con llave. Luego un silencio de muerte me rodea. Me doy cuenta que se han ido todos. Trato, con gran esfuerzo. de incorporarme de la cama y llego al cuarto de mis hijos. No sé cómo logro desatarme y quitarme la ropa que cubría mi cabeza; son dos camisas, una de Haroldo y otra de Miriam. Veo al bebito durmiendo en la cuna, me acerco a la cama de Miriam y comienzo a llamarla a los gritos, desesperada. Ella no me responde. mis fuerzas físicas no dan más, las piernas se me doblan y la cabeza me da vueltas. Sigo llamando a la nena, enloquecida empiezo a sacudirla y siento un olor muy fuerte. Me doy cuenta que estaba dormida con cloroformo. Ernestito comienza a llorar, seguramente asustado por mis gritos, y Miriam abre los ojos enormes, sus pupilas están dilatadas. Rápidamente le cuento a la nena lo que había pasado, le pido que se levante y me ayude a salir de la casa. Sigue mirándome espantada y comienza a llorar cuando ve la casa toda revuelta. Las dos lloramos juntas, aterrorizadas. Le pongo un abrigo sobre el camisón y envuelvo al nene en una frazada. Comienzo a caminar por la casa hacia la puerta. En el piso hay que sortear objetos rotos, ropa, papeles y libros. Miro hacia el comedor y veo platos, cubiertos y restos de comida. Habían comido las milanesas que tenía preparadas. También tomado café. El aparato de teléfono no estaba, se lo habían llevado. Dejaron un sillón grande de cuero, allí siento a los chicos y me subo al respaldo tratando de alcanzar una ventana. La abro y salto a la vereda. No veo ningún coche vigilando. La nena me pasa al bebito y salta con mi ayuda Comenzamos a caminar. Eran alrededor de las seis de la mañana. Llovía y hacía mucho frõo. Un amanecer gris y destemplado, clásico de un día de mayo. Cuando siento que las piernas no me dan más, veo pasar un taxi desocupado. No podía creer en ese milagro. Lo llamo y el taxista se detiene y baja a ayudarme. Le cuento brevemente lo que me había pasado y le pido que nos lleve hasta la casa de mis padres, pero le aclaro que no tengo un solo peso para pagarle, ya que me habían robado hasta las monedas. El taxista me di jo "señora. yo trabajo de noche y todos los días veo casos como el suyo, yo la llevo donde sea". El hombre tapa la banderita del reloj del taxi, me ayuda a sentarme, acomoda a mis hijos y parte a toda velocidad. No hablamos una palabra en todo el trayecto. Al llegar se baja y vuelve a ayudarme con los chicos. Me pregunta: "¿en qué puedo ayudarla?". No sé quién es este hombre, ignoro su nombre, sólo tengo este medio para agradecerle profundamente su solidaridad. Jamás lo olvidaré.

Testimonio de Marta Scavac, esposa de Haroldo Conti. Aparecido en la revista Crisis, Nº 41, abril de 1986.

Haroldo Conti 18 de enero de 2006- Pagina12


Por Sylvia Saítta y Luis Alberto Romero


El escritor Haroldo Conti nació en Chacabuco, provincia de Buenos Aires, el 25 de mayo de 1925. En 1940 ingresó en el Seminario Metropolitano Conciliar, de Villa Devoto, estudios que abandonó siete años más tarde, para ingresar en la Facultad de Filosofía y Letras donde se recibió en 1954. Realizó cursos de piloto civil y vuelos, y en 1952 obtuvo dos becas del Cine Club Gente de Cine trabajando como asistente de dirección. Fue maestro rural, director teatral, empresario de transportes, profesor de Filosofía y de Latín. En 1962, publicó su primera novela, Sudeste, por la que obtuvo el primer premio del concurso organizado por Fabril Editora. A esta novela, le siguieron Todos los veranos (1964), Alrededor de la jaula (1966), Con otra gente (1967) y En vida (1971). En 1971 realizó su primer viaje a Cuba como jurado de Casa de las Américas, viaje que produjo un viraje en su literatura: Conti señaló que Cuba constituyó “su primer contacto a flor de piel con América. Y eso me bastó para hacer una cosa distinta, una novela jubilosa, Mascaró, abierta, donde por primera vez los personajes no mueren. Decidí hacer una literatura con un sentido más americano, cosa que, en ese momento, estaba muy lejos de mí”. En 1972 escribió el guión de cine de La muerte de Sebastián Arache y su pobre entierro, dirigida por Nicolás Sarquis y finalizada en 1977.Esta entrevista, publicada bajo el título “Un simple trabajador”, fue realizada el 15 de junio de 1975 con motivo de la aparición de su libro de cuentos La balada del álamo carolina. En ella, se perfila una imagen alternativa del escritor profesional, pues Conti se caracterizó por su ubicación externa a los círculos literarios y por una poética basada en la experiencia personal de los hechos narrados. Su literatura está ligada a una experiencia de vida que se supone transmutable a la escritura, en un intento imaginario de borrar las diferencias entre el arte y la vida.Meses después de esta entrevista, publicó la novela Mascaró, el cazador americano, por la que obtuvo el premio Casa de las Américas. Al año siguiente, el 5 de mayo de 1976, fue secuestrado por la dictadura militar de su departamento de la calle Fitz Roy. Hasta el día de hoy, su nombre permanece en la lista de desaparecidos.

martes, 4 de mayo de 2010

Editorial Domindo 2-5-2010


Por José I. Graells

Los días pasan y el ambiente se recalienta a cada instante. La cercanía del 2011 hace que cada uno de los sectores políticos y sociales en pugna continúen con el tejido de acercamientos y alianzas.
Si bien se pretende hacer creer que existen dos grupos, el “A” que representa a la oposición unida y el B el oficialismo, la cuestión no parece tan sencilla. El grupo A que refleja la oposición no es tan uniforme ni compacto como se pretende, en muchos casos las diferencias son evidentes en otros se disimulan perfectamente.
En los últimos tiempos parece difícil tratar de encontrar alguna diferencia entre los discursos de Proyecto Sur y el macrismo por ejemplo. Tanto se parecen que hasta coinciden en el juego preferido: el ESPIONAJE.
Por detrás del grupo A, ¿Por detrás? Por delante claramente y asumiendo sin tapujos ese lugar se encuentra la cabeza, EL MONOPOLIO, especie de cerebro atrofiado que intenta encauzar a una oposición que ante cada paso comete un error.
No es fácil la tarea que lleva adelante teniendo en cuenta los alumnos que tiene, pero…son millones las razones que tiene para dar la batalla.
La ultima estrategia mediática, decimos última en sentido de reciente, por que esto solo puede llegar al final cuando cumplan su objetivo: ELIMINAR AL KIRCHNERISMO consiste en sacar a sus plumas a la calle y mostrarse como victimas del autoritarismo K. Así asistimos a interminables editoriales y notas en donde se reflejaba el “miedo y la preocupación”. Desde Morales Sola hasta Granata sin escala. Sin escala es también con la liviandad que algunos comunicadores utilizan los significados de las palabras. DICTADURA, MUERTE, FASCISMO, son solo algunos ejemplos con los que se trasmite su “temor”. Ahora… ¿no es mucho cinismo? ¿Nada de vergüenza les provoca?
Se hace imprescindible decir que en esta dictadura K, como ellos la llaman, no existe un solo periodista censurado, y las pruebas están a la vista: cada uno dice lo que le venga en gana y no pasa nada. O acaso no fue este el gobierno que derogó a fines del año pasado el delito de calumnias e injurias.
El periodismo no puede ni debe quedar exento de las críticas y cuestionamientos de la sociedad. Nosotros, los periodistas somos quienes elegimos poner a disposición del resto nuestras opiniones y puntos de vista y es por ello que debemos aceptar cuando no son del gusto de los otros. El juzgamiento público de esta semana no es más que la comunión de un grupo de personas que no piensan ni avalan las opiniones de ciertos periodistas.
El pueblo, la ciudadanía juzga constantemente. Lo hace con la clase política y ahora decidió hacerlo con periodistas. No esta mal, es parte de la democracia, solo que algunos no están acostumbrados.
Reprimir este tipo de actos seria si coartar la libertad de expresión.

Editorial Domingo 2-5-2010


José I. Graells

Los días pasan y el ambiente se recalienta a cada instante. La cercanía del 2011 hace que cada uno de los sectores políticos y sociales en pugna continúen con el tejido de acercamientos y alianzas.
Si bien se pretende hacer creer que existen dos grupos, el “A” que representa a la oposición unida y el B el oficialismo, la cuestión no parece tan sencilla. El grupo A que refleja la oposición no es tan uniforme ni compacto como se pretende, en muchos casos las diferencias son evidentes en otros se disimulan perfectamente.
En los últimos tiempos parece difícil tratar de encontrar alguna diferencia entre los discursos de Proyecto Sur y el macrismo por ejemplo. Tanto se parecen que hasta coinciden en el juego preferido: el ESPIONAJE.
Por detrás del grupo A, ¿Por detrás? Por delante claramente y asumiendo sin tapujos ese lugar se encuentra la cabeza, EL MONOPOLIO, especie de cerebro atrofiado que intenta encauzar a una oposición que ante cada paso comete un error.
No es fácil la tarea que lleva adelante teniendo en cuenta los alumnos que tiene, pero…son millones las razones que tiene para dar la batalla.
La ultima estrategia mediática, decimos última en sentido de reciente, por que esto solo puede llegar al final cuando cumplan su objetivo: ELIMINAR AL KIRCHNERISMO consiste en sacar a sus plumas a la calle y mostrarse como victimas del autoritarismo K. Así asistimos a interminables editoriales y notas en donde se reflejaba el “miedo y la preocupación”. Desde Morales Sola hasta Granata sin escala. Sin escala es también con la liviandad que algunos comunicadores utilizan los significados de las palabras. DICTADURA, MUERTE, FASCISMO, son solo algunos ejemplos con los que se trasmite su “temor”. Ahora… ¿no es mucho cinismo? ¿Nada de vergüenza les provoca?
Se hace imprescindible decir que en esta dictadura K, como ellos la llaman, no existe un solo periodista censurado, y las pruebas están a la vista: cada uno dice lo que le venga en gana y no pasa nada. O acaso no fue este el gobierno que derogó a fines del año pasado el delito de calumnias e injurias.
El periodismo no puede ni debe quedar exento de las criticas y cuestionamientos de la sociedad. Nosotros, los periodistas somos quienes elegimos poner a disposición del resto nuestras opiniones y puntos de vista y es por ello que debemos aceptar cuando no son del gusto de los otros. El juzgamiento público de esta semana no es más que la comunión de un grupo de personas que no piensan ni avalan las opiniones de ciertos periodistas.
El pueblo, la ciudadanía juzga constantemente. Lo hace con la clase política y ahora decidió hacerlo con periodistas. No esta mal, es parte de la democracia, solo que algunos no están acostumbrados.
Reprimir este tipo de actos seria sí coartar la libertad de expresión.

Un poco más de respeto. Pag12- 3-5-2010

Por Eduardo Aliverti
Sí, habría que tener un poco más de respeto por las palabras. Por algunas de ellas, mejor dicho. Y mejor todavía, por lo que connotan.
Estamos en democracia, para empezar por una perogrullada que, sin embargo, alguna gente parece perder de vista con extrema facilidad. Buena, mala, perfeccionada, empeorada, carente de demasiados derechos básicos, avanzando en otros. Pero estamos en democracia. Si en lugar de eso se prefiere hablar de “el régimen”, “sistema burgués”, “fantochada institucionalista”, “partidocracia”, “monarquía constitucional” u otros términos de vitupero, es legítimo pero hay que buscarle la vuelta a que se los puede vociferar sin problemas. Nadie va preso (apenas la segunda recordación primaria, ya apuntada por algunos colegas, y uno comienza a cansarse). También es atendible que esa prerrogativa, la libre expresión, no alcanza para vivir como se debería. Lo semantizó Anatole France: “Todos los pobres tienen derecho a morirse de hambre bajo los puentes de París”. Expresarse en libertad puede entonces no tener resultados prácticos, para quienes no comen ni se curan ni se educan con el decir lo que se quiera. Si además se afina la puntería para meterse con la libertad de prensa, por aquello de que todo ciudadano tiene derecho a publicar sus ideas sin censura previa, resulta que hay que contar con la prensa propia. Y en consecuencia pasamos a hablar de la propiedad de los medios de producción. Lo cual es igualmente legítimo, desde ya, pero con el riesgo de que se convierta en teoricismo si acaso no es cotejable con la época y circunstancias que se viven. Veámoslo a través del absurdo: si siempre es igual, democracia y dictadura también son iguales. En este punto el cansancio por las obviedades se incrementa. Y uno se pregunta si no se lo preguntan quienes sí viven de poder expresarse libremente por la prensa, pero para referirse al momento argentino como si continuáramos en plena dictadura.
Mataron a mucha gente acá. Picanearon, violaron, nos mandaron a una guerra inconcebible, robaron bebés, desaparecieron a miles, tiraron cadáveres al mar y adormecidos también, electrificaron embarazadas, regaron el país de campos de concentración, torturaron padres delante de los hijos. Se chuparon a más de cien periodistas acá. Si hasta parece una boludez recordar que estaban prohibidos Serrat y la negra Sosa, que las tres Fuerzas se repartieron las radios y los canales, que inhibieron textos sobre la cuba electrolítica, que en el ‘78 estaba vedado por memorándum criticar el estilo de juego de la Selección Argentina de fútbol. ¿Nos pasó todo eso y por unos afiches de mierda y una escenografía de juicio vienen a decirnos que esto es una dictadura? ¿Pero qué carajo les pasa? ¿Dónde están viviendo? ¿Cómo puede faltársele así el respeto a la tragedia más grande de la Argentina? Acá lo cepillaron a Rodolfo Walsh, ¿y hay el tupé de ir a llorar miedo al Congreso? Faltaría ir al Arzobispado. Si bendijo a los milicos, seguro que también puede dar una mano ahora que se viene el fin del mundo con el matrimonio gay.
Uno entiende que pasaron algunas cosas, nada más que algunas por más significativas que fueren, capaces de suscitar que sea muy complejo trabajar de periodista en los medios del poder. Lo de las jubilaciones estatizadas, lo de la mano en el bolsillo del “campo”, lo de la ley de medios audiovisuales y la afectación del negociado del fútbol de Primera. Ahora bien, ¿la contradicción aumentada entre cómo se piensa y dónde se trabaja justifica las sobreactuaciones? Es decir: puede pensarse que en verdad algunos dicen lo que pensaron toda la vida, y que otros quedaron presos de la dinámica furiosa de la patronal. Pero, ¿decir que estamos o vamos hacia una dictadura? ¿Que si esto sigue así puede haber un muerto? ¿Hace falta construir ese delirio para congraciarse? En todo el país, si es cuestión de propiedad mediática y de programas y prensa influyentes, bastan y casi sobran los dedos de ambas manos para contar los espacios que –con mayor o menor pensamiento crítico– apoyan al Gobierno. La mayoría aplastante de lo que se ve, lee y escucha es un coro de puteadas contra el oficialismo como nunca jamás se vio. La oposición es publicada y emitida en cadena, a toda hora. ¿Qué clase de dictadura es ésa? Ese libre albedrío, muy lejos de ser mérito adjudicable al kirchnerismo, ocurrió igualmente con Alfonsín, la rata, De la Rúa, Duhalde. Lo que no había sucedido es esta cuasi unanimidad confrontadora salvo por los últimos tiempos del líder radical, a quien por derecha se le cuestionaban sus vacilaciones y por izquierda también. Contra Menem recién cargaron en su segundo lustro, después de que completó el trabajo. La Alianza se caía por su propio peso. Con el Padrino pegar era gratis, porque el país ya había estallado. Pero en el actual, que después de todo es simplemente un gobierno más decidido que el resto en cierta intervención del Estado contra el mercado y en el perjuicio a símbolos muy preciados de la clase dominante, ¿qué tan de jodido pasa como para hablar de una dictadura? ¿Será que basta con tocar unos intereses para edificar en el llano la idea de que pueden empezar a matar? ¿Los Kirchner son Videla, Massera, Suárez Mason? Por favor, tienen que aclararlo porque de lo contrario hay uno de dos problemas. O se lo creen en serio y, por tanto, se toma nota de que desvarían. O saben que es una falsedad sobre la que se montan para condolerse y entonces se anota que está bien. Que no se justifica pero se entiende. Que quedaron tras las rejas de los medios en que laboran. Ojalá sea lo segundo, por aquello de que un tonto es más peligroso que un mal bicho.
Se cometieron varias estupideces en forma reciente. Se le dio mucho pasto a la manada, se perpetraron injusticias con colegas que no se lo merecen, se agredió a los que precisamente buscan victimizarse. Eso no es hacer política. Es jugar a la política. La diferencia entre una cosa y la otra es que cuando se ejecuta lo primero es bien medida la correlación de fuerzas. A quiénes se beneficia, cuánto se puede tensar la cuerda en la dialéctica entre condiciones objetivas y subjetivas; cómo no sufrir un boomerang, en definitiva, y si se produce cuánto de fuerte son las espaldas para sortearlo. En cambio, si se juega a la política todo eso es lo que importa un pito antes que nada, con el agravante de que las consecuencias las paga un arco mucho más amplio que el de quienes formularon la chiquilinada.
De ahí a que se tomen de esos yerros para hablar de peligro de muertos, de sensación de asfixia dictatorial, de avanzada totalitaria, media una distancia cuya enormidad causa vergüenza ajena de apenas pensarla. No es algo que no pudiera preverse. Como lo dijo allá por los ’80 César Jaroslavsky, otro sabio sólo que de comité pero muy ducho en transas y arremetidas: te atacan como partido político, y se defienden con la libertad de prensa.
Se sabe que es así. Pero igual uno ya está harto de los hartos que se hartaron ahora.
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